Ese fue el efecto que consiguió Oleg Dou con su exposición en la Galería Senda. Inquietarme al contemplar sus fotografías inspiradas en la tradición del siglo XIX de fotografiar a niños muertos. Un poco como en Los otros de Alejandro Amenábar. Las fotografías de los niños son perturbadoras e inquietantes.
Un detalle que ayuda a crear esta sensación es la desaparición de las cejas y de las pestañas. Haced ese ejercicio mental: quitarle a una cara las cejas y las pestañas, extraño, ¿verdad?, que se lo digan a la Gioconda.
Sus retratos tienen para mí una mezcla de alienígenas, misticismo y angustia.
La exposición ya ha acabado pero en el Centro de Arte Santa Mónica hay una obra suya. Aún no la he visto pero está en la exposición: Olor, color, química, arte y pedagogía.